viernes, 17 de julio de 2015

Agitando polaroids

Andrew Abney sabe que no importa el precio de su éxito ni los millones de dólares que viene coleccionando desde hace un tiempo. Andrew sabe que la estupidez humana lo ha sobrepasado y no quiere ser menos... no se hace drama, mañana vuelve todo a la normalidad.Levanta la lata de cerveza, aprieta el enter y firma un cheque sin fondo mientras murmura, entre sonrisas, alguna plegaria a su dios.


domingo, 7 de abril de 2013

LE RETOUR



Él va a prender su cigarrillo. Sabe que no ha cargado el encendedor en el bolsillo de su saco porque se ha propuesto dejar de fumar. De hecho hay un cartelito hecho a mano en su heladera que se lo recuerda todas las mañanas. Esta cerca de la foto de su novia, que también le recuerda cosas.

Él sabe que en ese café tampoco va a fumar y busca con la mirada algún cómplice que le proporcione fuego pero se reprime. Igual juega con su cigarrillo. Alrededor  de su mesa la gente parece pesada, realmente pesada. Esa pesadez que pareciera ser arrastrada por toda la galaxia, como un agujero negro que se está tragando todo alrededor. Por un segundo se aferra a la silla, aprieta sus manos en las patas de madera. No vaya a ser que también sea tragado.
 
Siempre elije la misma ventana o por lo menos desde hace un tiempo. Siempre proyecta su espacio personal hacia afuera que también parece tragarlo todo. Es la ciudad la que en esa esquina en particular se vuelve agujero negro. Si tuviera que googlearla sería algo así como Av. Santa Fe y Scalabrini Ortiz. Con el bolso a su lado espera el avión pero el avión pasa por arriba nomás, no por la puerta del local. Una, dos y tres llamadas pérdidas se archivan en su celular. Y está bien… porque no es cuestión de atender siempre a quienes lo solicitan. Vuelve mentalmente a su heladera y al papelito con la nota mientras juega con el cigarrillo en la mano. Sabe que ha dejado algunas verduras que se echarán a perder en su ausencia y que después tendrá que limpiar aunque el olor le produzca arcadas. Gira y se encamina hacia el pasillo. Mientras recorre el departamento en su mente para poder saber si todo quedó en orden, entra a la habitación  estudio que ha improvisado. Se da cuenta que desde hace un tiempo parece haber olvidado pero que cada tanto su novia ordena y limpia sistemáticamente. No le agrada mucho que le toquen ese espacio, pero no dice nada. En su cabeza va registrando los  libros, los papeles, algunos retratos familiares, algunas planillas de la oficina, e incluso el cortapapeles que compró cuando era pibe en una santería camino a la Iglesia de San Cayetano. Es como una espadita de bronce que siempre le llamó la atención pero que nunca usó. Uno casi nunca corta papeles con eso. Lo hace a mano, improvisa la línea por donde quiere cortar y lo hace. Hay un par de revistas que a su regreso piensa tirar, ya no tiene sentido seguir archivándolas, han caducado en cuanto a información y a los fines de su trabajo no le suma demasiado.  Los cds que están en la repisa son de películas bajadas de internet, tiene algunas rarezas que ve cada tanto tratando de entenderlas porque sólo consiguió los subtítulos en inglés. Hace el recuento de alguna de las pelis iraníes y entiende que no siempre se puede entender a todos en todos los lugares.

Tiene la sensación de que dejó la lamparita del escritorio prendida. Ruega que no vaya a hacer un chispazo o algo así y más allá del gasto que pueda significar se molesta por el impacto que en el medio ambiente pueda provocar. Las boletas están todas pagas y las ha ordenado como hacía mucho quería. En ese lugar, en esa habitación, se arrincona un sillón naranja que no es cualquier sillón. Es en el que él saltaba de pequeño y que su abuela le regaló ya de grande. Ya no salta sobre él, solo se tira a leer. No tiene ninguna obra de arte -  o algo así -  colgada en su estudio, a pesar de que más de uno de sus amigos le sugirió que decorara esa habitación. No entiende el arte y no sabe para qué sirve. Sus amigos artistas tampoco saben para que sirve. En su escritorio se amontona un sin fin de pequeñeces o boludeces como le gusta decir que no quiere tirar. Un frasquito con tierras de colores traídas del norte. Un videojuego de mano de los 80 que le regaló su papá y por el cual siempre se peleaba con sus hermanos. Un lápiz de carpintero gastado, muy gastado, que le regaló un amigo y que nunca usó, lo sacralizó automáticamente. Una cajita con cuatro fósforos usados y que aun no sabe qué hacer con ellos. Un pack edición especial de monedas de plata y niquel del Mundial 78 que también le regalaron. Pero él no colecciona monedas. Un cenicero que parece de hueso o marfil que alguien le trajo de México con una inscripción turística que no recuerda y en relieve una de las pirámides mayas o aztecas. Nunca pudo diferenciar una cultura de otra aunque se ha prometido que en sus próximas vacaciones va a ir y conocer esos lugares exóticos. Revisa cajones tratando de mantener en la memoria lo que hay en cada uno de ellos. Es un ejercicio inútil, muy inútil, pero que le hace pasar el tiempo en ese café mientras espera. Ya saca cartas, saca boletas viejas, sabe que busca algo en ese cajón pero no sabe bien qué. Saca un folio con anotaciones, un mechón de pelos, una media de bebe y una agenda del año en que nació. Y entre todo lo que saca la ve. La ve y no puede entender bien porque la ve. La ve y sabe que siempre estuvo ahí y que siempre la vio pero que en su distracción la sacó de foco. La recorre con cuidado. Y claro… no puede tomarla, solo verla. De a poco las luces se vuelven filamentos en el espacio y las caras se hacen chicle pero lo que ve está intacto. La maquinaria del recuerdo se pone violentamente a funcionar y se activan miles de películas que vienen y van a prisa. Y la ve. Y en una sola carcajada la logra tomar, la toma una vez más como aquella vez. Y ríe por lo que significa, ríe sin parar por todo lo que significa. Esa foto es parte de mil más pero de una sola carcajada.

Entonces ahí, en el medio de la nada, en el medio de esa foto, todo sucede, todo sucede sin atadura alguna, sin antes ni después. Sólo el viento hace su danza, su baile, su performance, su capricho, su acto principal y final, su naturaleza de andar. 

A nadie le importa, en ese café, lo que él ve, ni su carcajada ni el cigarrillo cayendo al piso. Entonces él deja de aferrarse a la silla, al juego del cigarrillo y al bolso que a sus pies espera. A la ventana que le expande su metro cuadrado, al agujero negro y a todo lo demás.

No es el aire el que va a envolver la mirada de aquellos en aquel lugar, no es la sensación de estar en otro sitio o en el mismo, no es la carcajada, ni siquiera es la foto.
Es lo que es. Ni más ni menos es lo que es.

martes, 22 de enero de 2013

el gran silencio


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Un día más pasó y entre las almohadas de la cama masticó coca,
Se abrazó a las sábanas tratando de evitar los espejos
Se desnudó por completo temiendo que su cuerpo se brotara
Siempre se brotaba, siempre parecía mutar en su propio lugar
… al rato masticó más coca pero lavó sus dientes por décima vez
Miró hacia la puerta tratando de abrirla con su mente,
miró el reloj sin poder ver la hora, miró la ventana,
Y vio que no venía… porque ni siquiera sabía donde vivía
Y nunca iba a venir porque nunca llamó ni mensajeó
Se atrincheró en el dormitorio donde se arrinconaban los zapatos
Y la ropa sin lavar armaba barricadas de azul claro plomo
De a ratos deambulaba por la casa, se bañaba intermitentemente
Alternaba con los ejercicios físicos que había encontrado en internet
Pero extrañaba ejercitar su sexo con aquel que no aparecía porque no llamaba
Respiró su propio sudor que coleccionaba en toallones viejos,
Respiró su piel, respiró el aire que se colaba entre el marco y la ventana,
Respiró el final de un parpadeo recordado, casi como en un sueño
Respiró el vapor del baño caliente mientras estimulaba sus partes
Y escupió sobre la cortina de nylon el agua enjabonada.
Buscó entre clics de navegante algo que pudiera explicarlo
Pero saltaba de lugar en lugar preguntándose cuándo el viaje iba a terminar.


(Esperando Instrucciones (Two Lovers divide))

lunes, 12 de octubre de 2009

found it... and never forgotten...



Situación VIII

En dos movimientos resolvió dejarme suspendido, de espaldas levanto los hombros y en la caída dejó ver su cuello con inscripciones de otros tiempos, giro sus ojos y clavó su mirada en un perímetro más o menos cercano a mi lente para volver a su reposo yéndose con la línea que corta el fondo sobre el agua fría de agosto. Claro que no pude registrar con la cámara porque ya lo había guardado en mi cabeza.